Cuando está la posibilidad de visitar Punta Cana muy pocos se dan el tiempo de visitar los alrededores, o si quiera las afueras de la zona hotelera. Tuvimos la suerte de atrevernos y tener una tarde para disfrutar fuera de la burbuja.
Higüey es la capital de la Provincia de Altagracia, donde se ubica Punta Cana (en realidad Wikipedia dice que se llama «Salvaelón de Higüey). Se encuentra a 60 kilómetros de la zona de resorts, y demoras poco menos de una hora en recorrer esa distancia. Esta ciudad cuenta con cerca de 290.000 habitantes y se encuentra lejos de las playas, por lo que no aparece en las opciones turísticas clásicas en el área.
Pero como no queríamos ser «clásicos» todo el viaje, decidimos hacer una visita de una tarde a esa ciudad, conducidos por nuestro amigo Domingo (quien nos transportó para el tour a Isla Saona). Cerca de las 15:30 salimos del hotel en un pequeño grupo conformado por 4 personas de alrededor de 60 años y nosotros (esa fue una mala idea, ya verán por qué).
Tras menos de 30 minutos de viaje hicimos la primera parada en Playa Macao. Ubicada hacia el norte de Punta Cana, es una de las pocas playas públicas de esa parte de República Dominicana.
Su carácter de playa pública hace que los principales visitantes sean los mismos dominicanos, y que no hayan demasiados servicios. Hay algunos pequeños restaurantes cerca y muchos autos y motos estacionados en la entrada. Es una playa muy amplia y nuestro guía nos explicaba que se frecuenta para hacer surf y forma parte de algunas rutas de quads.
Ahora les contaré la primera parte de «Por qué fue mala idea lo del grupo»: el día estaba agradable, estábamos en una playa, el tiempo lo decidíamos nosotros porque Domingo se ajustaba a nuestros requerimientos de paseo; pero el resto de los pasajeros no parecían interesados en ver una playa, y menos en meter siquiera los pies al agua. Quizás habían demasiado dominicanos para su gusto.
Como nos criaron con eso de «respeta a tus mayores», no discutimos y tras sólo 10 minutos después de llegar, tuvimos que volver a la van para seguir el recorrido.
Desde Playa Macao tomamos la carretera Higüey – Miches, pasando el pueblo «La Otra Banda» aun me pregunto cuál será la Banda oficial si esa era «la otra». En el camino, Domingo nos contaba sobre la vida del dominicano promedio: trabajando en turismo, provenientes de familias numerosas, con prejuicios contra los inmigrantes haitianos, y con temas pendientes en lo que a política partidista se refiere (al igual que en todos lados parece).
Domingo nos contó que él había comenzado a estudiar leyes, pero tuvo que dejar de estudiar porque en su familia necesitaban más recursos económicos, y así fue como entró a trabajar al siempre rentable negocio del turismo en ese país. Además de trabajar de lunes a sábado en la empresa de transporte turístico, estudiaba los domingo para sacar un título técnico de atención al cliente (tenía otro nombre que no recuerdo), y así poder entrar a trabajar en algún resort.
También nos explicaba que muchos de quienes trabajan en los resorts son jóvenes que viajan desde el centro del país, porque no hay universidades en las zonas hoteleras y se exige personal capacitado. Estos jóvenes viven en blocks de departamentos en que comparten habitación de 4 a 10 personas, en literas de 3 camarotes, y tienen 1 día libre a la semana. El sueldo base en ese momento en Rep. Dominicana era equivalente a $110.000 CLP, es decir unos $160 USD, y la mayor parte de los ingresos de los trabajadores está en las propinas de los turistas, incluso hay restaurantes y otros servicios en que sólo ganan las propinas.
Eso explica en parte porqué en todos lados aparecen pequeños puestos de souvenirs, o si detectan que eres extranjero tratan de venderte cosas, ofrecerte tours, etc. Además, tras la crisis de Haití (recordemos que tanto Haití como Rep. Dominicana comparten la isla «La Española»), llegaron muchos inmigrantes ilegales haitianos, quienes aceptan los trabajos peores pagados o menos valorados socialmente, porque no tienen opción.
Pensamos que quizás eso sería algo más «visible» hacia el norte del país, más cerca de la frontera, sin embargo nos encontramos con niños, adolescentes y mujeres con bebés de nacionalidad haitiana pidiendo ayuda en diversos puntos de Higüey. «Son más prietos los haitianos» nos dijo Domingo, y además muchos de ellos no hablan español, sólo créole (el dialecto criollo haitiano, mezcla de francés con lenguas de África), así que es fácil reconocerlos.
Una vez en Higüey pudimos ver algunas de las cosas que Domingo nos había contado con nuestros propios ojos, y la primera parada fue la Iglesia de San Dionisio. Este templo católico es uno de los 2 más conocidos de la ciudad, en particular por su antigüedad, ya que data de 1512. Fue erigida en el lugar en que había un gruta de oración. Según nuestro guía es una de las más antiguas de la isla y, por ende, de América.
Desde ahí Domingo nos llevó al otro hito arquitectónico de la ciudad: La Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia. Es bastante impresionante, primero porque se aprecia desde lejos y segundo, porque tien un parque alrededor con muchas palmeras alineadas y una explanada despejada que la hace ver más grande aún.
Creo que de la Basílica en sí misma, lo que más me impresionó fueron las puertas de acceso. Precisamente esos días era la Fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, y justamente en la mañana habían terminado los festejos en la Basílica (pueden leer detalles sobre esta construcción en Wikipedia), así que estaba todo cerrado y tranquilo con unos pocos turistas despistados, como nosotros, mirando el lugar.
Aquí les contaré la segunda parte de «Por qué fue mala idea lo del grupo»: resulta que las señoras del grupo de los mayores estaban mucho más interesadas en que Domingo las lleve a algún mall, que mirar un montón de piedras y cemento. Así que una de ellas empezó a palmear y llamarnos como si tuviésemos 4 años (sé que nos vemos más jóvenes de lo que somos, pero ni tanto tampoco).
Ahí ya decidimos pedirle a Domingo que saliendo de la tienda nos lleve de regreso a nuestros hoteles, y nada más se bajaron los señores mayores, enfilamos con rumbo a la zona más «residencial» de Punta Cana. Terminamos esa noche fotografiando esculturas de hierros y compartiendo una cerveza con el guía en un «drink» donde todo el mundo bailaba bachata con el envidiable ritmo caribeño que los caracteriza.
Ahí terminó oficialmente la tarde de paseo fuera de la burbuja todo incluido.
Luego de eso nos dedicamos a aprovechar las opciones del hotel y salir sin miedo a pasear por las cercanías, pero desde ya estábamos preparándonos sicológicamente para regresar ¿Cómo lograr volver luego de estas vacaciones y no quedarse ilegal en el caribe? Se los cuento en el próximo post.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
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