Escapada a Caleta Cóndor 2: La llegada

Viviendo en Valdivia, la perla del sur de Chile, creerías que es súper fácil llegar a Osorno y Bahía Mansa desde ahí. Es más, yo también lo creía…

La primera tarea de planificación fue buscar información sobre alojamientos, transporte y actividades en el destino elegido. Recopilando información de viajeros que ya habían hecho este viaje, fue que apareció el contacto de Caleta Cóndor Chile (también tienen fanpage) y Natalia, el enlace en Bahía Mansa de estos servicios.

Con toda esa información y en función de nuestro tiempo disponible decidimos ir el primer fin de semana de febrero y aprovechar el verano para acampar.

Las lanchas hacen el recorrido Caleta Cóndor – Bahía Mansa – Caleta Cóndor durante la mañana, entre las 8 y las 11 h. Por lo tanto, la mejor opción para viajar un fin de semana era llegar a Bahía Mansa un jueves en la noche y hospedarse ahí para estar a las 7:40 horas en el muelle, según las indicaciones recibidas.

En la búsqueda de alojamiento, y también por recomendación, llegamos a la Hostería «La Casa del Mar«. Ubicada en Bahía Mansa a 2 kilómetros del muelle y junto al camino por donde pasan los buses desde Osorno y hacia el muelle. Parecía estar cerca de nuestros requerimientos… Parecía. Dejamos hecha la reserva, pagando el 50% del valor del alojamiento vía transferencia, en tanto el 50% restante se haría al momento del check out en efectivo. Todo listo.

Con el alojamiento definido vino la parte de los traslados. El viaje Valdivia – Osorno – Bahía Mansa no debería tomar más de 2:30 horas. Ya, 3 horas con tráfico lento y en bus ¿Por qué optar por viajar en bus? Para evitar la logística y costos de dejar un vehículo solo estacionado durante tu estadía en Caleta Cóndor, por ejemplo.

Para coordinar el horario de salida desde Valdivia era necesario que el bus de ida nos llevara a tiempo para tomar el bus desde el terminal rural de Osorno a Bahía Mansa. El último bus sale a las 21:00 horas. Eso implicaba que debíamos salir a más tardar a las 19:00 horas desde Valdivia. Conclusión: viajaríamos a las 18:30 h.

Nuestras cargas para este viaje contemplaban: 1 carpa para 6 personas (aunque éramos 2, pero nunca sobra el espacio); un colchón inflable para dos personas; 2 sacos de dormir, 2 mochilas de viaje y 1 mochila más pequeña con la cámara fotográfica. Como todo eso ya era demasiado, la idea de llevar comida y cocinilla para 3 días fue desechada de inmediato y optamos por contratar la pensión completa con quienes nos transportarían.

Esa fue toda la planificación. Ahora veamos la realidad:

El jueves del viaje Valdivia – Osorno a la hora que pretendíamos tomar el bus:

  • El embotellamiento vehicular clásico de la tarde se hizo un poco peor, demorando la ida a buscar los bolsos a la salida del trabajo
  • En un cruce de la avenida principal de Valdivia un camión quedó bloqueando calzadas en ambos sentidos… A la hora que debíamos haber estado subiendo al bus Cruz del Sur de las 18:30 h
  • La empresa de buses Tur Bus tenía una salida desde Valdivia a Osorno a las 18:45 h y venía «un poquito atrasado» según la señorita de la ventanilla. Compramos pasajes en ese.
  • Por alguna razón desconocida hasta el día de hoy, ese bus no llegó ni a las 19:50 h, por lo que cambiamos los pasajes al primer bus que llegó con destino a Osorno, que salió a las 20:00 h. Por supuesto, no había ningún posibilidad de llegar a hacer la combinación con el minibus a Bahía Mansa.

Cuando se hizo obvio que no llegaríamos a tiempo, contactamos a la Hosteria para pedir datos de algún transporte privado que lleve pasajeros a la costa. A priori, no existe, pero la sumamente amable Sra. Maria Cristina, propietaria de La Casa del Mar, comenzó a buscar contactos mientras nos acercábamos. En paralelo preguntamos opciones a osorninos, que nos comentaron que en taxi el costo de ese viaje es de entre $35 y $40 mil, y en uber aproximadamente $30 a $35 mil.

Afortunadamente para nuestro presupuesto de este viaje, María Cristina nos dio el contacto de un emprendedor de servicios turísticos en Bahía Mansa que nos solucionaría el problema de transporte (más de una vez). Así fue que conocimos a Felipe, el propietario del «Camping Friendship«, del FoodTruck más original de la zona: un camión de bomberos llamado «El Carro» y de «Anada», nuestro transporte de salvataje.

Habiendo coordinado con Felipe el punto de encuentro y el precio ($10.000 por persona) hicimos las últimas compras previas al viaje y esperamos. Más cerca de la medianoche de lo que nos hubiera gustado, iniciamos el viaje a Bahía Mansa en Anada, un Susuki Maruti con espíritu de Rover Explorador de Marte. En medio de anécdotas del camping, especializado en recibir pasajeros a Caleta Cóndor, llegamos a Bahía Mansa a una horas de descanso.

Con la luz del amanecer llegó la hora de preparar el resto del viaje, que tras las peripecias e incertidumbres del día anterior, fue sumamente tranquilo y rápido. Excepto la parte para llegar al Muelle de Bahía Mansa.

Recuperamos energías desayunando a las 7:15 h, con una vista inolvidable y una incesante conversación de la recepcionista. Quien cada 5 minutos decía «ahí va un bus al muelle, se les pasó!». Literalmente cada 5 minutos, a pesar que los buses se supone que pasan cada 20. Comimos rápidamente, tomamos nuestros bultos y salimos al camino… vacío… completamente vacío. Cómo se acercaba la hora de presentarse en el muelles tomamos todo y comenzamos a caminar.

Y caminamos.

Y caminamos más.

No vimos ningún bus en todo el trayecto al muelles, que son 1.9 km desde la hostería. Afortunadamente era pendiente abajo.

Llegamos al muelle y la cantidad de personas esperando con variados bultos y equipajes nos dejaron claro que aún no zarpaba ninguna lancha. Natalia nos dio las indicaciones de los horarios y esperamos. Primero zarpó la lancha de la Cooperativa que transporta a los habitantes de Caleta Cóndor y sus familiares, a las 8:15 aproximadamente. Luego llegó otra lancha que salió cerca de las 9 h, tras lo que nos pasaron los chalecos salvavidas y a las 9:10 figurábamos sentadas y listas para partir.

El día estaba completamente despejado. Había poco viento en la zona y en la lancha viajábamos 11 pasajeros, junto al capitán y un tripulante.

Se supone que esta era la parte épica del viaje. La parte es que casi veríamos nuestras vidas pasar delante de nuestros ojos por las inclemencias del mar. Por el contrario, fue tranquilo, agradable y hasta dormité en el tramo en que ya no avistábamos lanchas de pesca o poblados costeros.

La mayor parte del viaje lo hicimos en la parte exterior de popa, disfrutando del sol y de la brisa marina que te deja el pelo tieso (si puede, hágase trenzas o un moño). La duración del viaje varía según la marea, la meteorología y la capacidad del motor de la lancha, pero en promedio tomará entre 1:30 y 2 horas.

Llegamos a la entrada desde el mar a la Caleta, entre exclamaciones de los pasajeros sobre la belleza del paisaje y los colores de la playa evocando el caribe. Solo los colores, la temperatura del agua y el viento te recuerdan permanente que estás en el sur de Chile muy lejos del trópico.

El desembarque en la playa fue en una «chata» que los menos especializados llamaríamos simplemente «bote a remos». Se habían congregado unos 4 o 5 prestadores de servicios turísticos del lugar, principalmente de 2 familias relacionadas entre sí y con el dueño de la lancha, quienes ayudaron a desembarcar a algunos más exitosamente que otros… que llegaron cayendo a la playa.

Ya en la arena sacamos los teléfonos para tomar fotos mientras cargaban la misma chata con los bolsos, mochilas y demás bártulos viajeros. Y aquí viene la parte más terrorífica de todo el viaje para mi:

En la mochila pequeña, que no llevaba puesta al embarcarme y se fue con el equipaje a la bodega de proa, iba mi cámara, lentes, cables, billetera, fármacos y otros artículos similares de supervivencia. Toda mi vida (o eso se sintió) en ese pequeño bulto rojo oscuro que al comprarlo decía ser repelente al agua.

El tripulante que cargaba la chata puso mi mochila en la cúspide de la acumulación de equipaje. El mar estaba calmo y el oleaje apenas rozaba la playa. Pero… un leve movimiento hizo que la mochila girara 90º acercándose al agua. Lo vi y solo atiné a llevarme las manos a la cabeza y decir a media voz: la cámara!!!

Al siguiente movimiento del oleaje la mochila amarizó de espaldas en las límpidas aguas turquesa de Caleta Cóndor. El grito fue generalizado. El tripulante, con una agilidad que solo la juventud y el hábito puede dar, corrió por la lancha gritando instrucciones para acercarse a la mochila desde proa. Fueron los 3 minutos más largos del viaje.

La lancha se acercó y en un solo movimiento el joven se colgó de la baranda de proa con una mano y con el pie enganchó la mochila y la acercó a la mano libre. Todos respiramos aliviados… bueno, yo no, aún pensaba cómo secar y limpiar la sal de los lentes y los espejos de la cámara. «Al menos no se hundió» me repetí hasta que la tuve en mis manos y la abrí. La cámara estaba dentro de su estuche completamente seca. Efectivamente la mochila hizo su trabajo porque solo estaba mojado el bolsillo trasero expuesto directamente al agua. Se las recomiendo: Kanken de Fjallraven.

En ningún momento atiné de sacar el celular y tomar una foto de la mochila flotante, porque tenía las manos adheridas a la cabeza de nervios. Así que tendrán que creerme.

Con la cámara a salvo y tras las preguntas y disculpas del tripulante, nos abocamos a la tarea de decidir en qué Camping quedarnos y qué hacer el resto de este primer día… lo que les contaré en el post.

Recomendaciones

  • No confiar en los horarios de los buses
  • Organizar el viaje de ida de manera de llegar a tiempo al muelle. Es cierto que nosotras debimos esperar cerca de una hora, pero es circunstancial
  • Si deciden ir en vehículo por el primer punto de estas recomendaciones, el Camping Friendship recibe vehículos en estacionamiento por $5.000 el día y te lleva hasta el muelle y te va a buscar al regreso (debimos contratarlo)
  • Si te mareas y temes el viaje en lancha: siéntate en la popa al aire libre, mientras el clima lo permita
  • Si no te mareas, igual siéntate afuera y disfruta los paisajes verde y azul en su esplendor!
  • Las lanchas privadas no tienen baño ni servicios de comida o bebida. Asegúrate de ir con esas necesidades resueltas. En el muelle hay baños públicos
    Si logras llegar en bus a Osorno y hacer la combinación con los buses a la costa, debes saber que son diferentes terminales por lo que hay que hacer un tramo en transporte público, taxi o uber… o caminando
    La llegada a Caleta Cóndor es preciosa. Asegúrate de no perder un minuto de los colores de este rincón del mundo

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