Luego de un merecido y reparador sueño, llegó la hora de desayunar y salir a conocer la cuidad. Como buenos chilenos compradores compulsivos, nuestros puntos de interés por conocer incluían la Zona Franca de Punta Arenas. Pero también, como cualquier visitante, queríamos ver el Monumento al Ovejero, el Palacio Sara Braun, el centro cultural Braun-Menéndez, y mucho más.
A eso de las 10:30 de la mañana salimos del hostal a aplanar las calles de Punta Arenas, calles amplias, con veredas anchas, despejadas y limpias en el centro de la ciudad. La primera parada obligatoria fue la Plaza Muñoz Gamero, o Plaza de Armas, donde recorrimos una feria de artesanías y recuerdos de la ciudad ciudad, montada sobre pintorescos carritos de madera, y que ofrecen los clásicos llaveros e imanes, pero también otros trabajos interesantes en lana. Entre las cosas que nos llamaron la atención estuvieron los artículos de piel de oveja teñida, como los gorros al estilo ruso, pero sin las insignias, que causaban sensación en los turistas a pesar del precio (entre $45 y $60 USD).
Luego caminamos admirando los edificios que circundan la plaza, con marcado estilo europeo, y que junto a ella forman el Monumento Nacional de categoría Zona Típica, de Punta Arenas, por su importante valor arquitectónico e histórico. Tomamos nota del horario del Museo Regional de Magallanes, ubicado en el Palacio Braun Menéndez, a pasos de la Plaza, para visitarlo antes de irnos de la ciudad. Luego regresamos a la Plaza para definir los pasos a seguir de nuestra jornada.
A esa hora, nos encontramos con la estrella del momento en la plaza. Un perro. Un perro callejero, pero indudablemente muy educado y elegante, descansando sentado en un banco de la plaza, que fue bastante fotografiado por los visitantes que comenzaban a acercarse al centro para iniciar su jornada turística. Como puede ver, solo le faltaba cruzar las patitas y tomar una taza de english breakfast para completar el cuadro.
La parte del city tour en serio comenzó a continuación, donde contamos con la grata guía y compañía de una de mis mejores amigas (quien además integra el comité editorial de estos post sobre el viaje a Punta Arenas). Así fue como partimos con destino a la mítica Zona Franca de Punta Arenas, que tiene por nombre ZonAustral, que es básicamente un gran centro comercial y cuenta con una pista de patinaje, habilitada durante todo el año, en la cual en invierno se han realizado importantes competencias de hockey y muestras de patinaje.
También tiene una zona de exposiciones rotativas y sector de juegos para los niños. Hasta el año 2004 este era el principal centro comercial de la región, y comprar ahí era MUY barato, pero el tiempo todo lo cambia y con la instalación del Mall Espacio Urbano en 2004, comenzó a llegar el retail, haciendo que hoy en día la diferencia de precios con el resto del país no sea tan abrumadora. Aunque igual terminamos comprando un par de bolsas llenas de cosas «muy útiles» para el resto del viaje, de recuerdo, y hasta un par de regalos de Navidad muy previsores.
Como sabrán, comprar da hambre. Por lo que la siguiente escala fue el restaurante El Arriero, ubicado más o menos fuera del circuito céntrico de Punta Arenas, en el sector norte, precisamente en la intersección de Av. Bulnes con Manantiales, donde encontramos el cordero magallánico motivador de este viaje (casi al nivel de las Torres del Paine). Llegamos un poco tarde, por lo que nos pillamos con los preparativos de un matrimonio que se haría esa tarde en los salones del restaurant, pero incluso con esos temas logísticos andando, nos atendieron muy bien y mi señor padre pudo disfrutar al 100% de un Rack de costillas de cordero acompañadas de vino (chileno, obvio). El cordero magallánico es una de las marcas registradas en aspectos gastronómicos de la zona. Otra es la centolla, pero esa será parte de otro post.
Con la guatita llena y el corazón contento nos dirigimos hacia el Museo de Sitio Nao Victoria, ubicado a orillas del Estrecho, emplazado en la salida norte de la ciudad, en el sector de Río Seco, donde se encuentran réplicas a tamaño real de navíos históricos para Magallanes. Este sitio de interés es privado y ha sido construido a pulso por Juan Luis Matassi y el equipo de personas con quienes trabaja en la construcción de las réplicas de estos barcos, con los que buscan transmitir a sus visitantes las condiciones en que fueron realizadas las históricas travesías.
El barco que le da el nombre a este museo es la Nao Victoria, buque de la Armada Española que fue el único en completar la expedición de Hernando de Magallanes y Sebastián Elcano que circundó el mundo entre 1519 y 1525. La réplica construida a escala real, cuenta con los espacios y algunos elementos con los que se equipaban estos navíos, así como maniquíes para que los visitantes podamos hacernos la idea de las dificultades del uso de espacios, el vestuario de la época y los accesorios de cada tarea a bordo. Realmente vale la pena recorrerlo y apreciar el trabajo de sus constructores; los de la versión original y la réplica.
Además del Victoria, al momento de nuestra visita trabajaban en la habilitación del HMS Beagle (HMS = His/Her Majesty’s Ship = Buque de Su Majestad). Esta nave, que según nos explicaron era un bergatín de la Real Marina Británica, fue el que llevó entre sus pasajeros al investigador naturalista Charles Darwin, entre 1831 y 1836. Este viaje, relatado en el libro «El Viaje del Beagle«, fue el que trajo al escritor de «La Origen de las Especies«, a pisar suelo chileno (y de paso sufrir un terremoto en plena Capas Tectónicas Sudamericana y de Nazca el 20 de febrero 1835). Lamentablemente aún no estaba terminado, así es que no pudimos conocer tan en profundidad este barco como el anterior, pero aún así es digno de que los visitantes nos tomemos unos minutos admirándolo.
También se encuentra en el lugar una réplica de la Goleta Ancud, navío que transportó a los colonos chilotes a la zona de Magallanes en 1843, con el objetivo de tomar posesión de este territorio anexado a Chile. El viaje debe merecer película, por lo que he leído, porque partió un 22 de mayo desde Ancud y llegó el 21 de septiembre incluyendo a 22 personas, un par de chivos, de cerdos, perros y gallinas, para poblar el límite sur de nuestro país. En el camino perdió un bote, se peleó con otros barcos, se le rompieron partes y mucho más, antes que llegaran a izar una bandera chilena ahí. Y bueno, ahí está la réplica. Comparada con las anteriores, pequeña y frágil, sobretodo porque al subir y revisarla no hay forma de pensar en un viaje cómodo en ella.
Al término del recorrido nos tomamos un chocolate caliente en la boletería / oficina / recepción (el chocolate es de cortesía presentando tu entrada que, en ese momento, nos costó $3000 CLP cada uno o $4 a $5 USD), donde te puedes tomar fotos con una armadura al más puro estilo conquistador español y conocer la historia de este proyecto. Luego de un rato de conversación, y de sentir envidia porque el creador de esta idea nos contó que desde mayo a octubre cierra el museo porque disminuye la afluencia de turistas, así es que huye del invierno viajando a otros puntos del mundo para buscar nuevas ideas que implementar; nos fuimos al siguiente punto de interés.
Una de las postales más clásicas de Punta Arenas, junto con el monumento a Hernando de Magallanes en la Plaza Muñoz Gomero, es el Monumento al Ovejero. Se ubica en el bandejón central de Avenida Bulnes, frente al Hospital Naval, y es punto de detención obligada para los visitantes. Tuvimos que esperar un poco para que mi modelo personal pudiera ubicarse para la sesión fotográfica del «yo estuve aquí», pero luego de eso y de observar los detalles de las ovejas, el caballo y el rostro del ovejero, seguimos nuestro camino a unos cuantos metros de distancia.
Quizás han oído cómo en otros países hacen visitas guiadas a cementerios, o cuán orgullosos están los puntarenenses del camposanto de su ciudad. Pues debo confesar que pensaba ¿qué puede hacer de un cementerio un lugar tan destacado para visitar? Pues nada más entrar a ese lugar me di cuenta que se lo merece. Lo primero que nos llamó la atención fueron los cipreses que flanquean las avenidas que recorren el Cementerio Sara Braun (nombre de quien hizo la donación que permitió fundarlo), luego… todo lo demás.
Ocupa el sexto lugar en el ranking de los cementerios más bonitos del mundo, que hizo hace algunos años la cadena de noticias CNN en Español, y al recorrerlo observando el nivel de detalle de los mausoleos, los vitrales y diseños de las tumbas se explica. Al recorrerlo al atardecer pudimos disfrutar de la Hora Dorada del fin del mundo, en esas pequeñas obras de arte que buscan perpetuar y albergar en ese Monumento Nacional, el recuerdo de los que vivieron allá. A pesar de lo que podría parecer, no es una visita lúgubre y recomiendo ponerla en la lista de los lugares que Debes Visitar en Punta Arenas.
Para terminar la jornada, fuimos a ver el atardecer al Mirador Cerro La Cruz, que casualmente queda a metros del hostal en que nos quedamos. Desde ahí se puede apreciar Punta Arenas creciendo y extendiéndose junto al Estrecho de Magallanes, y también planificar un próximo destino en el mundo. Lo mejor de todo, es que cruzando la calle hacia el cerro, hay un pintoresco lugar llamado Café Sarmiento donde comimos para recuperar energías, acumular unas cuantas más para el día siguiente, y planificar lo que haríamos.
Ahí conocí la Torta Amor. Y la amamos. Estoy segura que será un amor por muchos, muchos, muchos años más.
También ahí nos organizamos para visitar el Parque Nacional Torres del Paine en una aventura de día completo… de la que les contaré más en el siguiente post.
Recomendaciones
- Recuerdos: si acostumbras llevar recuerdos para ti o regalos para otras personas, y prefieres ahorrar en este ítem de tu presupuesto de viajes, en Punta Arenas deja esas compras para alguno de los supermercados de la Zona Franca. Si quieres algo especial y estás dispuesto a pagar, entonces encontrarás en el centro un par de tiendas especializadas con artículos más cercanos al arte que al souvenir
- Caminar por la ciudad: a pesar de su extensión, Punta Arenas es caminable gracias a sus veredas amplias y a los monumentos que adornan sus avenidas. Si el tiempo (meteorológico y cronológico) te acompañan, aprovecha de recorrer al menos el centro de la ciudad y algo de la costanera
- La basura: quizás sea por el viento o porque eliminaron las bolsas plásticas en el comercio, pero verás que es una ciudad limpia. Imita a los puntarenenses y cuida de no tirar basura (*valido para cualquier lugar del mundo)
- Bolsas de compras: gracias a la implementación de una normativa local, la capital regional de Magallanes fue pionera en ir eliminando las bolsas plásticas en las compras, así que puedes encontrar bolsas de tela a la venta, las que hay que andar trayendo en la cartera, mochila o bolsillo. En el supermercado NO TE ENTREGARÁN BOLSAS. Puedes adquirir una y llevártela de recuerdo (y después la usas en Valdivia, donde también hay que andar con bolsas propias)
- Fotografías: además de contar con un modelo tan dispuesto a posar en todos los lugares interesantes como el que tuve yo, es recomendable contar con memoria suficiente retratarlo todo. Ciertamente es una ciudad muy fotogénica y de la que dan ganas de llevarse una captura en cada curva del camino