Sin lugar a dudas el almuerzo express que les contamos en el post anterior, fue un aperitivo para los sentidos. Claro que el resto de la tarde activaríamos principalmente la vista y el oído para grabar en la memoria al máximo los lugares que visitamos.
Como les contamos, nos reunimos en la Plaza de Armas de Cusco con el resto del grupo que haría este city tour. Desde ahí partimos con destino a la primera parada del recorrido: el Convento de Santo Domingo, edificado sobre lo que anteriormente fuera Qorikancha (Corikancha, Qoricancha: templo de oro o lugar dorado), punto de reunión política y templo religioso del Imperio Inca. Este lugar muestra claramente cómo los españoles superpusieron, literalmente, su cultura a las presentes en el continente. En este caso, construyendo sobre el templo incaico un convento, usando incluso los muros y bases para su edificación.
Esta característica permitió conservar a la vista la calidad del trabajo de diseño y construcción de los artesanos inca (que probablemente deberíamos llamar arquitectos, constructores e ingenierios). Terminaciones perfectas y formas, tamaños y detalles funcionales que el excelente guía que nos acompañaba explicaba con claridad, además de responder todas nuestras preguntas. No sólo es un lugar para admirar la construcción, ya que también se encuentran piezas de arte religioso y maquetas que permiten dimensionar la magnitud del espacio que ocupaba el templo en la vida diaria de la cultura inca.
Si sólo hay tiempo para visitar un par de lugares en Cusco, Qorikancha DEBE ser uno ¿el otro? nuestra segunda parada: Sacsayhuaman.
Ubicado a 2 km de Cusco y a 3.700 msnm, esta fortaleza o templo al dios Sol (aún no se ponen todos 100% de acuerdo), es uno de los puntos más visitados por los turistas por lejos. Es común escuchar a los guías explicando a los turistas anglohablantes que recordarán el nombre del lugar si piensan en una «sexy woman», ahí las risas rompen el hielo y parte el recorrido de los cientos o miles de turistas. Afortunadamente su tamaño permite recibirlos a todos, lo que hace difícil tomar fotos sin que se crucen grupos de personas tan interesadas como uno en verlo todo. Sacsayhuaman (Saqsaywaman: donde se sacia el halcón) es un recinto que tuvo usos ceremoniales y funcionales, donde se cultivaba y criaba ganado en las cerca de 3 mil hectáreas que abarca. Lo enorme que es se nota en cuanto llegas.
Lamentablemente el tiempo no nos permitió recorrer todas las áreas de interés de este lugar, pero nos alcanzó para quedar impresionadas con los bloques de piedra de hasta 9 metros instalados en los muros y con los portales y escaleras que reciben cada día grandes cantidades de visitantes. Por la premura del tiempo tuvimos que dejar para una próxima oportunidad las rocas que forman la garra de un puma, los torreones y más, y esa es una buena excusa para regresar cuando se celebre el Inti Raymi en esa magnífica extensión histórica.
El siguiente lugar para conocer fue Q’enko (o Kenko: laberinto). Para llegar ahí nos alejamos 6 km de Cusco y «bajamos» a 3.580 msnm. Creo que por más que practique seré incapaz de pronunciar el nombre de este punto de interés arqueológico en quechua, como lo hacía nuestro guía, quien nos relató que tampoco hay certeza sobre la función de este lugar. Pero lo que queda claro es que su nombre lo motivan los pasos subterráneos entre grandes rocas por los cuales puedes pasar.
El que recorrimos nos llevó a un altar de piedra en el cual nuestro guía contó, se asume que era usado para sacrificios. Además de preparaciones rituales que requirieran de la mantención a largo plazo de sus ingredientes, porque al estar a oscuras y medio bajo tierra, la temperatura se mantiene baja en comparación con el exterior. La explanada donde se encuentra este lugar también habría servido para realizar reuniones religiosas y adoración a los dioses del pueblo inca.
El cuarto punto es Puca Pucara (Puka Pukara: fortaleza roja), ubicado a 7km de Cusco y a 3.680 msnm. Además de ser un centro administrativo que sirvió de «aduana» a quienes ingresaban a Cusco por el camino a Pisaq, fue un punto de acopio de grano y fortaleza militar protegida por 3 muros. También habría servido como tambo para la comitiva del Inca (Rey del pueblo inca), cuando este visitaba el templo de Tambomachay, ubicado cerca de ahí.
Acercándose el atardecer pudimos entender porqué le llaman fortaleza roja en quechua. La tierra sobre la que está construída y los cerros que rodean Puka Pucara comienzan a revelar el rojo que la destaca y diferencia de las demás fortalezas de la zona. Aquí ya nos encontramos sintiendo algo de frío gracias a la altura y la cercanía de la noche, por lo que los puestos de venta de lana de alpaca (o al menos eso intentan hacer creer a los turistas) ubicados convenientemente cerca del estacionamiento, se volvieron poco a poco más atractivos. Pero el guía nos indicó que al término del recorrido pasaríamos a un local a compartir un mate de coca y a recibir una instrucción express para reconocer la codiciada fibra del camélido, así que seguimos nuestro camino.
Tambomachay (Tampu: alojamiento para varias personas; Mach’ay: lugar de descanso) fue nuestra última escala y mi tercera favorita de este recorrido. Ubicada a poca distancia de Puka Pucara y de Sacsayhuaman, pero con un poco más de altura llegando a los 3.765 msnm, es un conjunto arqueológico impresionante. Era algo parecido a lo que hoy llamaríamos «spa» para el gobernante inca, pero con un importante valor ceremonial ya que era un lugar de purificación antes de ingresar a Cusco.
El guía nos contó que para el pueblo inca el agua es la fuerza divina que da la vida, por lo que también era un templo con todas las funciones ceremoniales que eso implicaba. Por el lado más terrenal, Tambomachay es una construcción que destaca por la calidad del trabajo de ensamble de piedras de sus muros y acueductos, los que hasta el día de hoy trasladan agua limpia en un flujo constante y sonoro que musicaliza la visita.
De lo «negativo» que podemos señalar, en primer lugar es que al ser el último punto del recorrido corres el riesgo que la luz no te acompañe para apreciar o registrar esta pequeña maravilla del ingenio y la espiritualidad inca (como se hace evidente en las fotos). En segundo lugar, si te afectó el mal de altura, subir los escasos metros desde la entrada hasta las fuentes puede ser una odisea. Y tercero, aquí ya no hay forma de evadir a los vendedores de artesanía o de la «experiencia Cusco», que son las personas que llevan el vestuario típico, hermoso y colorido de la zona, crías de llama o alpaca como si fuera bebés y que te cobran por cualquier cosa parecida a una foto que quieras tomar.
Si dejo la palabra negativo entre comillas es porque simplemente pueden no importarte en lo más mínimo esos 3 puntos o incluso puedes disfrutar de todo ello. Los viajeros aprenden que podemos visitar los mismos lugares en igualdad de condiciones y aún así recordar las experiencias de maneras muy distintas, dependiendo muchas veces solamente de nuestra actitud.
La escala express por el mate de coca, incluida en el costo del city tour, era en realidad una parada de compras para que los participantes terminaran de enamorarse de la artesanía hecha con fibra de alpaca. Para eso una de las vendedoras nos explicó las características de la fibra, cómo se procesaba y cómo reconocer la fibra de alpaca, la de alpaca baby (que es la de la primera esquila sin importar la edad del animal), y la de alpaca plástica, que habrán adivinado que es artificial. Para hacérselos fácil: si el chaleco vale menos de $70 USD, no es fibra de alpaca así que está «permitido» regatear hasta los $30 USD, lo más probable es que en su país de origen nadie note la diferencia.
De regreso a Cusco, fuimos en la búsqueda de la oficina de Inca Rail, la empresa con la que teníamos nuestros pasajes a Machupicchu para la mañana siguiente. Luego de chequear que todo estaba bien, recibimos las indicaciones para llegar al pueblo de Ollantaytambo, donde debíamos abordar el tren de las 06:50h, lo que implicaba estar a las 06:20h en la estación, por disposiciones de la empresa.
Las caminatas, breves pero con poco oxígeno, la falta de energía y el espíritu sibarita permanentemente presente, nos llevaron a la última escala del día: el Restaurante Cicciolina. Gracias a la recomendación de otra viajera llegamos a este bar, restaurant y verdadero atractivo gastronómico de la ciudad, que además nos quedaba muy cerca del hostal. Se encuentra en el segundo piso de una casona colonial con patio interior, al que debes ingresar para subir al restaurant que probablemente esté lleno a la hora de cenar.
Tuvimos suerte de encontrar una mesa para dos (o para 1 y medio porque parecía de esos arrimos donde se pone una planta), porque la barra y las mesas principales estaban ocupadas. Creo que no oí mucho acento peruano ahí dentro, salvo por la señorita que nos atendió con la amabilidad característica de nuestros vecinos de país. Tampoco a la vista parecía predominar el «look latinoamericano», por lo que supusimos que era el lugar de moda, y al parecer aún lo es.
Es un lugar interesante. Parece organizado por un decorador de interiores que sabe mucho de casas de campo de América Latina, mezclado con ese sutil toque de síndrome de Diógenes que tiene a veces las mamás, mezclando sillas de diferentes juegos, cubiertos irregulares y decoración, a ratos, maximalista. Mis favoritos fueron los colgantes de ajíes secos que rivalizarían con el chandelier de Sia en tamaño.
¿Sobre la comida? fue la primera vez que probé el filete de alpaca, en salsa de pimienta negra, acompañado de polenta disfrazada de papas asadas y tomates asados. Estuvo exquisito. Y créanme que leerán esa misma frase calificativa en toda mención a la comida que probé en este viaje.
A estas alturas de la noche, que no era tan noche, ya no nos quedaban baterías. Caminamos hacia nuestro hostal maravilladas que a las 10 de la noche seguían todos los locales de venta de souvenir, toures operadores y empresas de servicios de transporte turístico, abiertos y atendiendo turistas con la misma sonrisa y eficiencia que si fueran las 11 de la mañana. Obviamente saben que los visitantes de la zona, prefieren usar las horas de luz para recorrer los puntos de interés turísticos y pueblos cercanos, así que se ajustan a los tiempos disponibles de sus clientes.
Ya en el hostal, le preguntamos al recepcionista si podíamos dejar un bolso en custodia hasta nuestro regreso de Machupicchu el día subsiguiente. Sin poner el más mínimo reparo o deslizar alguna solicitud de cobro, dijo que sí y nos mostró el espacio destinado al equipaje de los pasajeros. Con ese pequeño problema logístico solucionado, nos fuimos a descansar para estar al día siguiente a las 04:00h en pie. Esas cosas que sólo se logran hacer en un viaje.
Recomendaciones:
- City tour: hay múltiples operadores turísticos que realizan este recorrido, algunos incluyen además la catedral. La mayor parte de ellos incluyen el valor de las entradas a estos lugares en el precio total que paga el turista. En nuestro caso, pagamos el valor del tour que incluía lo anterior, excepto el ticket para entrar a Qorikancha.
- Guías: en general preferimos no contratar guías en aquellos lugares en que puedes encontrar toda la información interesante en internet. En este caso, debo reconocer que el guía que tuvimos hizo que valiera la pena contar con sus servicios, porque respondía con paciencia cada pregunta y añadía algún dato célebre para ayudarnos a recordar lo que nos contaba.
- Souvenirs y fotografías: a la entrada de los puntos de interés nos encontramos con muchas personas que trabajan vendiendo artículos a modo de souvenir y ofreciéndose para las fotografías. Si bien no son insistentes como en otros países o en el centro de Cusco, sí debes tener ojo porque no siempre la calidad de los productos están acorde al precio que fijan, en particular a lo que se refiere al vestuario de fibra de alpaca.
- Pasajes de tren: las oficinas de las empresas que van a Machupicchu se encuentra en las cercanías de la Plaza de Armas y cierran tarde. Es muy útil pasar a confirmar el pasaje y horarios, nosotras descubrimos que debíamos salir media hora antes de lo previsto gracias a esa visita.
- Cicciolina: a medida que pasaban las comidas en este viaje se hacía evidente que la fama de la gastronomía peruana no es en vano. Como Cusco es un ciudad llena de visitantes cada día y todos tienen hambre, trata de conseguir reserva en restaurantes como este. Nosotras tuvimos suerte, pero nos dimos cuenta que si el grupo es de más de 2 personas se hace complicado encontrar mesa.
- Equipaje: suele suceder que entre el chek out y el horario de salida de una ciudad los hoteles y hostales permiten que dejes tu equipaje un rato en custodia. En el Hostal El Triunfo tuvimos la fortuna de poder dejar bolsos por una noche extra a pesar no regresaríamos a alojarnos… o eso creíamos, algo que no es común en todos los alojamientos.
Puedes seguir las aventuras de la co-editora de estos post, Carolina Risco, en su cuenta de Instagram.