Confieso que solamente con motivo de viajes o paseos soy capaz de levantarme a las 5, 4 o 3 de la mañana sin ningún contratiempo, con una sonrisa de oreja a oreja y la mejor disposición de la vida.
El día anterior fue altamente ajetreado pero valió la pena cada paso y la recarga de energía con el sueño reparador fue suficiente. Figurábamos listas a las 5 h y a la espera de la van que nos llevó desde nuestro hostal a Ollantaytambo. El transporte nos los recomendó el recepcionista del hostal y nos trasladó junto a otras personas hasta la estación de trenes donde debíamos presentarnos para el embarque a las 06:50 hrs.
Lamentablemente, para mí, no pude dormir NADA de este recorrido. La suma de una cantidad importante de curvas en el camino y la falta de un desayuno de campeones, me llevaba mal. Obligada a concentrarme en mantener al estómago en su lugar, pude dedicar esas casi 2 horas a mirar el amanecer iluminando poco a poco los valles y montañas entre la capital del imperio Inca y Ollantaytambo. Me quedaron ganas de volver para dedicarle un día a Urubamba y otros varios para completar el recorrido por el Valle Sagrado de los Incas.
La llegada a la estación de trenes fue sin contratiempos. Cada una cargó con su mochila y partimos a hacer la fila. El viaje en tren es la alternativa principal de transporte a Machupicchu Pueblo / Aguas Calientes ya que no hay rutas para autos o buses. Además de la opción que tomamos nosotras, conocimos otras alternativas:
- Viajar en bus por 8 horas hasta la Hidroeléctrica Machupicchu, desde ahí caminar hasta el pueblo durante 3 horas aprox.
- Viajar en bus hasta Ollantaytambo y desde ahí caminar a Machupicchu, la caminata toma 9 horas aprox.
- Viajar en tren desde Cusco, pero aquí tienes que comprar con bastante anticipación. En nuestro caso, solo quedaban tickets de primera clase, que es una clase de costo que no podíamos pagar. Este viaje dura 3.5 horas aprox.
- Viajar en bus, o más bien en 3 buses. Bus 1 desde el terminal de Cusco hasta Santa María, Bus 2 desde ahí hasta Santa Teresa, Bus 3 desde ahí hasta la Hidroeléctrica. Desconocemos cuánto demora porque no conocemos a nadie que haya tomado esa opción, que aparentemente es la más económica, pero que te toma un día para llegar + las 3 horas aprox de caminata al pueblo.
Subimos al tren y durante las horas siguientes fuimos viendo por las grandes ventanas cómo cambiaba el paisaje. Desde cerros secos a montañas selváticas, pasando por pequeñas granjas con sembrados de maíz, gallinas y casitas rodeadas de árboles. Para amenizar el viaje, nos sirvieron a mitad de camino un jugo y un snack de frutos secos con los que aguantaríamos hasta el almuerzo, esperábamos.
El tren se detuvo en la Hidroeléctrica Machupicchu, lugar donde se bajaron los pasajeros que quería llegar al pueblo caminando emulando lo que era la ruta que seguían los incas en tiempos pretéritos. Desde ahí fue bastante breve el recorrido que nos dejó en la estación de trenes, donde sentimos a plenitud la humedad del aire que por la tarde se transformó en una suave lluvia.
Machupicchu pueblo o Aguas Calientes, es peatonal en su mayor parte. El río Vilcanota cruza el pueblo y le da vida brincando a toda velocidad de piedra en piedra en su camino montaña abajo. Creo que después de los paisajes, lo que más me impresionó fue un perro. Sí, suena raro, incluso teniendo en cuenta que hay perros en todo el mundo y que me gustan los perros.
Pero permítannos la explicación: íbamos caminando solas con rumbo al hostal, tratando de verlo todo y fijarlo en la memoria, cuando vemos una curiosa estatua negra de un perro en el borde de una vereda a mayor altura de la que íbamos nosotras. Claro, no era una estatua, era un perro que se mantenía muy quieto con la mirada fija en un punto, hasta que nos acercamos lo suficiente para llamar su atención. La raza nos dijeron que tiene varios nombres, como perro Inca, perro sin pelo del Perú, perro Chimú y otros que no recuerdo. Al parecer éramos muy poco interesantes, porque solo nos miró y se fue.
En esta oportunidad el alojamiento elegido fue uno recomendado por una viajera que se hospedó ahí. El hostel Los Caminantes es posiblemente el más económico del pueblo aunque debes ceder en algunas comodidades, como la calefacción o la aislación. Nosotras quedamos en una habitación solas, tenía baño privado y un balcón con vista a los trenes detenidos. Lo negativo es que la ventana no cerraba perfectamente en su marco, ni mucho menos, así que habían algunos insectos transitando libremente por ahí.
Luego de dejar nuestro equipaje y hacer una breve siesta, salimos con nuestras capas de agua a recorrer el pueblo. A pesar del calor y el sol, la lluvia llegaba de improviso, arreciaba unos minutos y desaparecía. Clásico del clima local y nada que unas valdivianas de toda la vida no puedan disfrutar. Aunque sí en un momento de lluvia torrencial optamos por entrar a un restaurant, donde nos ayudaron a quitarnos las capas, las dejaron escurriendo en la entrada y nos regocijaron con dos especialidades peruanas: ceviche y ají de gallina.
¿Es necesario decir que estaba exquisito? Porque lo estaba.
Con menos lluvia y las energías repuestas, continuamos nuestro recorrido. Teníamos que comprar la comida para sobrevivir a la subida al Huayna Picchu y algún imán inmortalizador de viajes. La caminata por las calles peatonales nos llevó hasta las termas que le dan el nombre de Aguas Calientes al pueblo. No entramos porque habíamos recibido referencias negativas sobre la higiene de algunos de los visitantes, que luego de bajar de la ciudadela acuden a bañarse con jabón incluido, para no pagar una noche más de hospedaje y ducharse en instalaciones hoteleras.
De regreso pasamos al mercado que se encuentra junto a la estación de trenes, donde encuentras ropa, accesorios y souvenirs para todos los gustos y bolsillos. Incluyendo los tejidos de alpaca que realmente son de fibra sintética. Con un par de adquisiciones hechas, tomamos una nueva ruta en la búsqueda de plátanos, yogur o lo que fuera para desayunar al día siguiente y tener nuestras raciones de marcha.
A pesar de lo pequeño del pueblo, hay muchos almacenes que proveen de snacks, frutas, agua embotellada y bebidas isotónicas. Los precios no varían mucho de uno a otro, pero es indudablemente más caro que comprar en Cusco. Y lo que había muy en común con la ciudad era la ingente cantidad de propaganda política, ya que se acercaban elecciones locales. Con las compras hechas nos quedaban solo un par de pendientes y el más importante era buscar los buses que suben a la ciudadela y conocer los horarios.
Los buses se estacionan en la única calle donde caben, que es también el inicio del camino a Machupicchu. Nos explicaron que los habían transportado en un tren de carga, porque no hay forma de llegar manejando hasta ahí, que comenzaban a subir a la entrada de la ciudadela a las 05:00 y que no hay horario en que estén vacíos así que solo hay que llevar ánimo para hacer la fila mientras esperas un asiento disponible en el siguiente o subsiguiente bus.
Hicimos una escala en la plaza del pueblo para apreciar las esculturas del Inca y el interior de la iglesia. Tanto la plaza como el templo parecen a escala para el tamaño del pueblo, pero no por eso son menos atractivas. Los colores y el legado histórico son imposibles de evadir en el espacio público y en la construcción religiosa. Vale la pena dedicarles unos minutos de la estadía.
A esas alturas se acercaba la noche, que llega rápido en ese pueblo rodeado de altas montañas, y con la oscuridad llegó el apetito nuevamente. Cenamos y en el camino de regreso al hostal nos encontramos con un grupo de músicos argentinos alegrando a los paseantes por un aporte voluntario, con el que esperaban continuar su viaje.
Recorrimos las pocas calles que nos separaban del hostal, deteniéndonos a mirar los detalles en las paredes, ventanas y portales. Con la ansiedad viva nos fuimos a descansar para estar listas nuevamente de madrugada, pero era inevitable oír pasar por la calle a otros viajeros que, como nosotros, esperaban su turno para subir a conocer una Maravilla del Mundo
Recomendaciones:
- Cómo llegar: selecciona tu medio de llegar al pueblo en función del tiempo que tengas disponible, ese es el factor más importante. Si hubiésemos tenido más días (y entrenamiento) habríamos hecho el Camino del Inca, o al menos caminado desde la hidroeléctrica.
- Cuál tren elegir: las empresas que hacen el viaje a Machupicchu ofrecen servicios muy similares, así que en realidad la elección tiene que ver con el precio de pasaje que puedas pagar y la antelación con la que la hagas.
- Dónde dormir: hay viajeros que viajan en el primer tren, suben a la ciudadela, bajan y se van en el último tren. Si bien es una buena forma de ahorrarte tiempo y algo de dinero, lo más probable es que te pierdas el 50% o más de las maravillas que tiene Machupicchu. Si no estás en condiciones de hacer senderismo o simplemente no te interesa recorrer fuera de las edificaciones, entonces puede valer la pena hacer el viaje en un día. En caso contrario, el pequeño Machupicchu Pueblo está hecho prácticamente de hostales, y hoteles, así que opciones hay. En el momento que cotizamos, el más costoso era el hotel que se encuentra en la entrada a la ciudadela, llamado Belmond Sanctuary Lodge. Para darles una idea, nosotras pagamos en Los Caminantes menos del 10% del valor total de una habitación en este hotel.
- Dónde comer: también hay para todos los gustos, desde restaurantes más estilo comida rápida, tipo bares deportivos o picada tradicional. Al alcance de todos los bolsillos y para relajarse comiendo o dar inicio a una noche de carrete.
- Cuánto tiempo quedarse: esta es una recomendación 100% subjetiva, porque cada vez que visito un lugar quiero pasar más tiempo ahí. Muchas personas dicen que en el pueblo no vale la pena pasar más de una noche, pero yo me habría quedado dos para visitar el Museo Manuel Chávez Ballon y conocer mejor cómo vive la gente en ese estado de semi-aislación + alto tráfico de visitantes.
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