¿Se han preguntado si vale la pena despertar de madrugada, subir, bajar y caminar por horas solo para conocer un lugar?
En nuestra humilde experiencia: SÍ.
Despertar, tomar la mochila y la cámara, caminar al paradero y hacer la fila para el bus, pareció un pestañeo. Los buses comienza la venta de pasajes a las 5:00 y el primer bus inicia el recorrido a las 5:30, por lo que a las 4:30 ya hay turistas recorriendo las calles. Desde ahí a la entrada a Machu Picchu son unos 30 minutos subiendo, y fue también una subida de ansiedad por estar ahí. Por la ventana del bus podíamos ver a los viajeros más avezados que caminaban hacia la ciudadela, quizás algunos haciendo la última caminata del Camino Inca.
Las curvas y pendientes comenzaban a mostrar la característica belleza de ese paisaje peruano, como excelente aperitivo de lo que venía. El camino desde el pueblo hasta la ciudadela es lento, debido a las constantes curvas y pendientes (ojo si sufres de mareo en la locomoción colectiva), pero esos 30 minutos aproximados pasan volando.
La entrada al Santuario Histórico de Machu Picchu, declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1983, estaba abarrotada de gente. Nosotras contábamos con entradas para el grupo de las 7 de la manana (?) y ya estaban los pasajeros de 4 o 5 buses anteriores alineados esperando el ingreso.
Curioseamos un poco por los alrededores, turnándonos para mantener la fila mientras avanzaba, así vimos el Lodge Belmond Sanctuary ubicado a pasos de la entrada que es frecuentado por viajeros con presupuestos más VIP que el nuestro. Además cuenta con restaurant y bar que es inevitable mirar con apetito al iniciar el regreso al pueblo.
Luego de cerca de 10 minutos entramos al santuario y pudimos disfrutar con nuestros propios ojos unas de las vistas más fotografiadas del mundo. Déjenme decirles que hay imágenes hermosas y sobrecogedoras de diversos paisajes de Machu Picchu, pero ninguna de ellas puede compararse con lo que ves estando en las terrazas y caminos de la ciudadela.
Hay llamas y alpacas viviendo ahí, parecen espejismos de la época en que el lugar era visitados por el Inca, y miran a los turistas con curiosidad y al mismo tiempo acostumbramiento. Es inevitable que todos los que las ven de cerca traten al menos una foto con ellas, y sospecho que ellas lo saben.
Todo lo que puedes necesitar saber para desplazarte por Machu Picchu está señalizado. Siempre hay grupos de visitantes acompañados de sus guías en algunos de los puntos más interesantes, así que si no puedes costear un guía, alguna publicación impresa sobre el lugar, y/o no estudiaste antes de entrar; puedes detenerte sutilmente junto a alguno de los grupos y aprender algún dato de interés que deslizar en tus futuras conversaciones sobre el viaje.
Donde no hay guías es en Wayna Picchu. Pronto descubriríamos por qué.
Además de la ciudadela, este maravilloso destino turístico cuenta con otros puntos de interés, como la Montaña Machu Picchu, que es desde donde se suelen tomar las postales más clásicas; el Templo del Sol, blablablá; el Intihuatana. Pero un lugar de interés, para el que debes reservar sí o sí con suficiente anticipación es Wayna Picchu. Solo recibe a 400 visitantes al día ansiosos por recorrer las Escaleras de la Muerte, conocer el Templo de la Luna y tener una de las vistas más inolvidables de este rincón del mundo.
En nuestra visita recorrimos terrazas, edificaciones, vistas de postal durante lo que parecieron ser apenas unos 10 minutos. Pero fue fácilmente una hora. Todo esto antes de llegar a la entrada que separa la Montaña Vieja y la Montaña Joven: Machu Picchu de Wayna Picchu. En este lugar, que tiene la entrada abierta solo hasta las 11:00 hrs, dejamos nuestros datos personales (supongo que para que sepan a quién buscar) y comenzamos el camino.
Una vez ahí vimos en su real dimensión la aventura que teníamos por delante: subir por un sendero invisible a la distancia, hasta la cima de una montaña que no parece haber sido hecha para que la suban.
¿Les pasa que subir 3 pisos por las escaleras parece un exceso? Pues por alguna razón que solo los viajeros pueden entender, nosotras decidimos en pleno uso de nuestras facultades mentales subir a los 2.667 msnm de la cima de la montaña. Una de las mejores experiencias de viaje de mi vida ¿Volvería a subir los escalones tallados en roca sin más apoyo que una cuerda de tanto en tanto? OBVIO QUE SÍ.
La primera parte del sendero es para engañarte, estoy segura, vas por un camino rodeado de vegetación, acercándote a los primeros escalores pensando que en realidad no se ve tan terrible. Pero luego los ves. Aquellos que van de regreso. Con sonrisas de oreja a oreja, algunos sucios, todos sudados, todos maravillados.
Los escalones son en realidad bloques de roca que nada tienen que ver con un escalón clásico, cómodo y seguro. Más aún si gracias a tu estatura cuentas con piernas cortas que tendrás que extra levantar para ir trepando. Afortunadamente en las partes más críticas te puedes ayudar del cable que hace las veces de baranda.
La subida completa toma entre 45 y 60 minutos. Dependiendo de las paradas que hagas y la energía que lleves. No hay muchos lugares para parar a descansar en realidad, porque si te detienes le estorbas a los que bajan y a los que suben, así que solo puedes seguir subiendo. Pero a veces, en alguna curva, la vegetación enmarca una porción del paisaje que te deja impresionado y congelado unos segundos… hasta que escuchas un respetuoso «permiso» de alguien que está tratando de avanzar.
Así subimos, recibiendo aliento de los que venían bajando «falta poco! en unos minutos llegan al mirador», «no queda nada ¡si yo pude ustedes también!» y otras frases llenas de entusiasmo que realmente sirvieron para mantener el ritmo. Llegamos al Mirador, que es una pequeña terraza en la que no caben 50 personas al mismo tiempo, con vista a Machu Picchu, donde ya vez manchitas en lugar de personas.
Te puedes sentar ahí unos minutos, beber agua, comer algo y seguir subiendo escalones. Luego de eso vienen las Escaleras de la Muerte.
Según leí, nadie realmente ha muerto subiendo o bajando las escaleras, pero el nombre es inolvidable. Y en mi experiencia, si no vas con atención y cuidado, de verdad podrías resbalar y rodar pendiente abajo por varios cientos de metros. Y me parecieron más peligrosas de bajar que de subir, ya saben, el vértigo hace de las suyas en una pendiente que se ve muy vertical gracias a sus 60º de inclinación. Tanto así, que después supimos de personas con ataque de pánico que no podían moverse de un escalón hasta que llegó algún guarparque.
Esto último es lo que nos comentaron ha desmotivado a los guías a ofrecer sus servicios en este sendero. El riesgo de tener a su cargo turistas irresponsables, distraídos o que descubran de golpe que sufren de vértigo, es demasiado para una persona.
Más arriba hay un par de construcciones que servían a la observación astronómica, y en la cima hay unas rocas enormes que sirven de mirador del valle, el río Urubamba que corre a toda velocidad por un cañón y por supuesto, la ciudadela de Machu Picchu. Si está suficientemente despejado puedes avistar el nevado Salcantay y otras montañas que protegieron por siglos el secreto de los inca.
En la cima del Hayna Picchu no hay mucho lugar. Es probable que debas esperar tu turno de pasar a las rocas, tomar la infalible foto y dejar un par de minutos para cincelar en tu memoria uno de los paisajes más impresionantes de Sudamérica. Luego, cedes el espacio a los siguientes viajeros y se inicia el retorno.
Sin duda tuvimos mucha suerte de que se despejara rápidamente, y de llevar una cámara con un lente que nos permitiera rescatar para la posteridad y para compartir algunas de las vistas que pudimos disfrutar.
En este punto puedes elegir si continuar por este lado y recorrer los senderos de esta montaña o regresar a Machu Picchu. Por el tiempo que teníamos disponible, decidimos regresar a la ciudadela e iniciamos el descenso. Esta vez sí que sentí la parte mortal de las Escaleras de la Muerte y bajamos escalón a escalón con la previsión de quien tiene todavía una larga lista de lugares del mundo por conocer.
Como nota aparte: cuando llevábamos más o menos la mitad del camino de regreso nos encontramos con un grupo sumamente especial subiendo, eran adultos y adultos mayores uniformados con camisetas blancas con una leyenda en inglés a la que no presté atención, hasta que uno de ellos, con bastones ortopédicos, apareció en una curva. Era un grupo de personas con diagnóstico de cáncer que cumplían un sueño de vida.
Una vez de regreso a la ciudadela decidimos ir hacia el sendero de Inti Punku (Puerta del Sol), para poder tener las clásicas vistas de postal. También, aunque está prohibido comer en el Santuario, tuvimos que hacer una escala para reponer energías, teniendo máximo cuidado de dejar como residuo solo nuestros suspiros de fascinación. Luego de esos continuamos la caminata encontrándonos con mucha gente en ambos sentidos, todos con la misma expresión de alegría… y cansancio.
A pesar de que son muchos los viajeros que tratan de no dejar huellas y se cuidan de que los lugares que visitan estén igual de limpios para los que vendrán, hay muchos que se las ingenian para dejar una pequeña marca de su paso. Así encontramos pequeños túmulos a lo largo del camino, y a personas añadiendo una o dos piedras a ellos.
Por culpa de la hora, de lo cortas de nuestras piernas o de lo corto de nuestro tiempo disponible para visitar este lugar, tuvimos que emprender el regreso antes de llegar al punto deseado. Pero no disfrutamos menos el camino por eso. En la salida hicimos una pausa para despedirnos con una mirada de esta maravilla del mundo y prometer (como todos los viajeros en todos los lugares que disfrutan), que volveríamos alguna vez.
El regreso en bus, ya que pagamos los USD $9 del pasaje ida y vuelta, pareció rapidísimo. Y más valía ya que teníamos que ir al hostal por nuestras cosas y llegar a la estación de tren con la antelación exigida por la empresa. Todo lo logramos y estuvimos de regreso en Cusco a tiempo para una nueva e inesperada «aventura» viajera, que leerán en el próximo post.
Recomendaciones:
- Buses: La única forma de comprar pasaje es en el mismo día, así que es importante llegar lo más temprano que puedas a comprarlo, para evitar largas esperas y perder tiempo precioso de recorrer esta maravilla del mundo
- Machu Picchu: Los horarios de entrada son importantes, ya que te permitirán organizar los lugares a visitar, si quieres y puedes caminar harto la recomendación es comprar entrada en el primer grupo. Creo, y sostengo, que contratar un guía es prescindible, pero si no tuviste tiempo de estudiar o no tienes material de autoguiado, un guía te hará la visita mucho más amena y significativa porque permite apreciar el trabajo y cuidado con que los inca construyeron este lugar
- Huayna Picchu: Solo hay 400 entradas a la venta por día, así que en el momento en que decidas subir debes revisar fechas en seguida. Estas entradas no están incluídas en la entrada «general» al Santuario, sino hay que pagar un costo extra. Por tu comodidad y seguridad, lleva calzado adecuado, como para trekking por ejemplo, para realizar este sendero
- Tentempié: Como ya escribí más arriba, está prohibido comer al interior del Santuario excepto en la cafetería, pero francamente los precios son ridículamente caros, así que la recomendación sería que si vas a comer algo seas ultra cuidadoso con no dejar ningún residuo. Lleva agua, no importa la época del año en que decidas ir, mantenerse hidratado en una caminata como esa es importante
- Fechas: De abril a octubre es la temporada seca, lo que da más posibilidades de poder disfrutar de un amanecer en la zona en que sí se vea las ruinas. Pero no te engañes, nosotras fuimos en septiembre y de todos modos usamos las capas de agua que llevamos de previsoras que somos. En todo caso, estaba nublado cuando entramos a la ciudadela y ver cómo las nubes se disipaban dando paso a un espectáculo como ese, no tiene precio!
Puedes seguir las aventuras de la co-editora de estos post, Carolina Risco, en su cuenta de Instagram.
Un comentario en “Machu Picchu 4: la maravilla”